De: Roberto Velasco Álvarez
Durante los últimos días, algunos periodistas han comenzado a publicar fragmentos sobre el libro de Jared Kushner, asesor y yerno del expresidente Donald Trump. En Breaking History: A White House Memoir, Kushner narra distintas experiencias que vivió desde la Casa Blanca durante la presidencia de Trump. Vale la penar recordar que, como en cualquier obra de este estilo, la visión del autor está cargada. Los episodios en los que repara, así como las omisiones y silencios, los énfasis y la perspectiva reflejan una narrativa particular: su visión de las cosas. En ese sentido, me remito a los hechos e información pública que puede ser consultada por cualquier persona para precisar lo que sucedió en las negociaciones que tuvieron lugar el verano de 2019 en Washington, D.C., en las que estuve presente.
A finales de mayo de dicho año, el entonces presidente Trump tuiteó que impondría tarifas arancelarias a todos los bienes importados desde México. El monto comenzaría en 5% y aumentaría hasta 25% en caso de que México no tomara medidas para frenar los flujos migratorios hacia EU. En el propio libro de Kushner se puede constatar la seriedad de las amenazas del expresidente Trump. En respuesta, el presidente López Obrador envió una delegación a la capital estadunidense para evitar una guerra comercial entre dos grandes socios económicos que estaban negociando un tratado comercial.
En las memorias de Kushner y en eventos de campaña de Donald Trump se olvida, convenientemente, que la petición fundamental de Estados Unidos era la imposición de un Acuerdo de Tercer País Seguro. La administración trumpista presionaba con tarifas arancelarias a México para que aceptáramos dicho acuerdo. Bajo ese esquema, todas las personas que solicitaran asilo en Estados Unidos serían procesadas en nuestro país. Buscaban que los flujos migratorios irregulares fueran atendidos totalmente por México, impidiendo, además, la posibilidad de que cualquier migrante que pasara por nuestro territorio pudiera solicitar asilo en EU.
La realidad es que el canciller Ebrard rechazó dicho acuerdo. Las negociaciones que encabezó el secretario de Relaciones Exteriores lograron tres resultados fundamentales. En primer lugar, se alcanzó el propósito central: no hubo una guerra comercial entre México y Estados Unidos. Hoy puede parecer sencillo, pero evitamos un escalamiento de tarifas arancelarias que hubiese sido terrible para nuestras economías, que enfrentarían la disrupción estructural del covid-19. Por el contrario, evitamos el conflicto y finalizamos el T-MEC.
Además de evadir la confrontación, México se mantuvo firme en no aceptar el Tercer País Seguro. Continuó la política unilateral contenida en la sección 235(b)(2)(C) de su Ley de Inmigración y Nacionalidad, bajo la cual ciertas personas esperaban su proceso migratorio en México. Se trató de un programa temporal que fue disuelto en enero de este año y que hoy se debate en cortes estadunidenses. Es un programa con un impacto y características muy distintas, mucho menos onerosas para México y para los propios migrantes, al Tercer País Seguro.
México también insistió en la cooperación para el desarrollo en las comunidades de origen de las personas migrantes. Es falso que no haya habido avances en la materia. Tan sólo un mes después de las negociaciones en D.C., el secretario Ebrard firmaba en la Cancillería, con Ryan Brennan, el director de operaciones de lo que hoy es la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de Estados Unidos, los primeros 80 millones de dólares destinados a dicho propósito. Las negociaciones de Washington derivaron en créditos por más de 600 millones de dólares para pequeñas y medianas empresas en el sur de México. En suma, el resultado es claro: el presidente López Obrador, el canciller Ebrard y el resto de quienes tuvimos la altísima responsabilidad de participar en un momento diplomático de enorme complejidad, llevamos a buen puerto una negociación que pudo haber terminado en un conflicto económico y político mayúsculo. Sin acuerdo de Tercer País Seguro, sin guerra comercial y con el T-MEC en marcha, hoy podemos reafirmar, con orgullo, que defendimos a México.
Fuente: Excelsior